El pasado 7 de Octubre, se intentaba entrar en el edificio de la Direcció General de Serveis Penitenciaris de la Generalitat, sin que nadie nos avisara del hipotético peligro que podía suponer estar allí. Incluso, a las personas que entraron, nadie les aclaró que al parecer había una amenaza de bomba, como si hubiésemos ido nosotras, libre y conscientemente, a inmolarnos allí. Nada más lejos de la realidad. Nos contaron que la Consellera Montserrat Tura y el Director General de Serveis Penitenciaris, eligieron reunirse en un sitio, que probablemente consideraban el más seguro, mientras que a las personas que trabajaban en las oficinas y a las que esperaban en el vestíbulo y en la calle, nos dejaron a nuestra suerte y a la espera de que no ocurriese ninguna fatalidad.
Esta manera de despreciar la integridad física y las vidas ajenas, es algo que parece bastante habitual en las actitudes de los gestores de la administración de la justicia y la institución penitenciaria; aunque luego ellos hagan todo lo posible para desmentirlo y encubrirlo insistentemente.
Hace ya unos cuantos años, desde diferentes organizaciones, denunciamos la infame influencia de ciertos sectores de carceleros reaccionarios, que manifestaban sus preferencias, no sólo por la aplicación de mano dura (malos tratos, torturas y todo tipo de perversiones físicas y psicológicas), sino también por mostrarse partidarios de la pena de muerte, para algunos casos, decían. No nos engañemos, cuando las administraciones de justicia y penitenciaria, aseguran que se aprueban medidas para su aplicación a algún grupo concreto, en realidad, se le aplican a todos..., menos a los que siempre gozan de privilegios.
Eso es lo que parece que nos recuerda el Cap de Relacions Institucionals, Pius Fransoy, cuando nos comentan que afirma que, "a Amadeu se le está dando el mismo trato que a cualquier otro preso..." Entiendo que se refiere al trato de quienes han sido privados de todo tipo de derechos. "Pensamos en Amadeu todos los días...", parece ser que explicó este responsable al grupo de personas con las que habló. Sí, estoy seguro que es cierto. A mi no me cabe la menor duda de que están muy preocupados por Amadeu. Una preocupación que, no se muy bien por qué, me recuerda al despreciable sentimiento de sed e sangre de la justicia que reclaman esos carceleros del país de las libertades, y que aplican la pena de muerte.
Sí, y no creo que exagere. Si me ayudáis, voy a intentar explicarlo. Cuando a un condenado o condenada a la pena capital, lo mantienen unos cuantos largos años aislado en el corredor de la muerte, en una aséptica espera agónica hasta el momento definitivo en el que perderán la vida y entrarán a formar parte del macabro espectáculo de la ejecución pública; intentan preservarlo con vida, procurándole todos los cuidados médicos que le negaron cuando estaba libre. Esa preocupación por su salud, no es muy distinta de la preocupación que los responsables de las instituciones de la justicia y penitenciaria catalanas puedan tener por Amadeu. Una preocupación que se encarga de mantener con vida al preso (aunque no vivo), y reanimarlo si es preciso, para que llegue consciente hasta el momento en el que los insensibles verdugos de las instituciones, decidan arrebatarle la vida.
¿Veis por qué entiendo que Amadeu les pueda preocupar todos los días?. El esfuerzo por mantenerle la vida, aunque no esté vivo, es muchísimo mayor que el de darle la libertad que le corresponde.
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